La Pontificia Unión Misional se propone ofrecer una adecuada formación misionera a quienes —como obispos, sacerdotes, religiosos/as o agentes de pastoral— tienen una responsabilidad especial en la animación misionera de las comunidades cristianas. También vela para que la información misionera llegue a todos.
Esta Obra, de la que suele decirse que es “el alma de las Obras Misionales Pontificias”, no cuenta con una Jornada propia, precisamente porque su objetivo es ofrecer fundamento espiritual y formativo a las otras tres Obras.
El beato Paolo Manna era un antiguo misionero en Birmania, regresado por enfermedad. Tras haber experimentado en persona las enormes necesidades de la evangelización del mundo, fundó la Unión Misional en 1916, para fomentar el apoyo desde la “retaguardia” de la misión.
El padre Manna tenía muy claro que la responsabilidad misionera no podía circunscribirse a los misioneros que se encuentran a miles de kilómetros, volcados en su labor evangelizadora y de servicio a los pueblos de los territorios de misión. Para que la animación y formación misionera llegara a toda la Iglesia, había que comenzar, sin duda, por los pastores y el clero diocesano. A estos, pensó, les correspondía instruir a los fieles y organizarlos en favor de la actividad misionera de la Iglesia.